Árboles bailando nació de una caminata al atardecer en un bosque cercano. Había viento, y los árboles parecían realmente moverse al ritmo de una música invisible. No pude dejar de pensar en ellos como seres vivos que también sienten, que celebran, que sufren y que se comunican. Esta obra es una forma de honrar ese momento y esa sensación.
Pinté en óleo para dar profundidad y textura al movimiento. Cada árbol tiene una postura distinta, como si estuvieran en una danza grupal pero cada uno con su propio estilo. Las pinceladas curvas y los colores vivos transmiten alegría, pero también un cierto misterio. La luz que se cuela entre las ramas crea un juego de sombras que invita a mirar con calma, a descubrir detalles que no se ven a simple vista.
Lo que más me gusta de esta pintura es que no tiene una única interpretación. Hay quienes ven celebración, otros ven resistencia, y algunos simplemente sienten paz. Para mí, es todo eso a la vez. Es naturaleza viva, movimiento y emoción. Cuando la terminé, sentí que los árboles seguían bailando, no en el lienzo, sino en quien los mira.
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